12.12.12

10º_1-2012_Prof. Maya Suárez




POSADA TURÍSTICA EN CASCO HISTÓRICO
Ubicación: Calle Unión, La Asunción - Isla de Margarita
Proyecto de Eduardo Villavicencio

Profesor guía: Maya Suárez
Jurados: Prof. Andreina Linares / Prof. Eduardo Páez Pumar / Prof. Pedro Franco




El ejercicio de proyecto se plantea una vivienda que procura cierto grado de independencia urbana de tal manera que ha de autoabastecer parte de las necesidades económicas y de consumo desde la misma vivienda. El hombre-tipo al que se le idea esta casa es un individuo de clase media que desea dejar atrás su clase social y con ella la vida en la urbe y la promesa de “progreso”, y busca en su lugar una vida más desenfadada y acotada en la propia morada. Así que debe resolver en lo posible residencia-oficio-ocio-cultura dentro de un radio mucho más compacto. Una Vivienda en el sentido más amplio de la palabra, que cubre otras aspiraciones más allá del simple residir o pernoctar. Como dijo Álvaro Siza, “si se ignora al hombre la arquitectura es innecesaria”.

De entre las posibles soluciones resulta pertinente e interesante superponer tres usos: residencia, posada y taller con tienda. De esto resulta un programa con tres niveles distintos de intimidad y tres tipos de vocación. El taller que había sido pensado originalmente como un huerto para abastecer parte del consumo de la vivienda-posada se convierte luego en un área de trabajo sin características específicas, y se le provee de una tienda que permita al posadero-residente incorporar una actividad productiva y afín con cualquiera que sea su vocación artesanal. La posada por su parte se entiende como un hospedaje pero con noción de “Lugar” (Lugar según Marc Auge) a diferencia del “No Lugar” en los hoteles.

Josep Quetglas, en una charla sobre la vivienda, termina de la siguiente manera: “Entonces la casa, desaparecida como institución, como lugar específico opuesto a los otros lugares -por cuanto el ocio dejará de ser la aparente oposición al trabajo, y lo privado dejará de ser la aparente oposición a lo colectivo- estará por todas partes: será cualquier lugar, cada espacio y cada tiempo donde se afirme y reencuentre un sujeto libre y múltiple, igualitario y real”.

Respecto a la ubicación de la vivienda-posada, esta debía justificar su uso. Pensando en ello fue tomado el pueblo de la Asunción, en la isla de Margarita, por razones turísticas esta ubicación garantiza pertinencia con el ejercicio planteado pero, además, añade un valor agregado que resulta atractivo en cuanto a intereses arquitectónicos. La Asunción es un pueblo que goza de interés turístico pero al mismo tiempo se mantiene al margen de las preferencias del turista interesado en playa-excesos-contaminación, además es relativamente importante en cuanto a su valor histórico y cultural, mantiene en buen estado su morfología urbana original (manzanas alrededor de la plaza y la iglesia) y su tipología arquitectónica de casas con patios que definen un borde y perfil urbano continuo. En la tradición arquitectónica del lugar, además del patio, están presentes otros elementos típicos como el zaguán, corredores, balcones, fachadas con marcada imagen estereotómica, entre otros.

El área de implantación está conformada por tres parcelas vacías casi en su totalidad. Sólo se conserva un muro de la parcela del medio, en buen estado, que hace de fachada. Hacia los lados, las parcelas vecinas están ocupadas por casas típicas, y hacia la parte posterior se encuentra el río La Asunción con su respectiva zona boscosa de separación.

Como punto de partida, frente al reto planteado por el programa, se toma como estrategia de implantación la distribución de los espacios en distintos volúmenes, separados pero conectados a la vez mediante un sistema de vacíos que se articulan para definir la circulación y situaciones de estar o deambular. La idea deviene conceptualmente de comprender al Patio no como un elemento añadido al programa de la vivienda sino como el recreador de la misma. Es decir que deja de ser un espacio ensimismado al cual “se sale”, para ser un espacio principal (en el corazón mismo de la casa) mediante el cual se van recorriendo los distintos espacios. Por tanto termina adquiriendo otras vocaciones y responsabilidades. Los límites de los espacios “interiores” con los “exteriores” quedan difuminados intencionalmente con la emergencia de “espacios intermedios”.

La primera decisión formal concreta consiste en dar respuesta al contexto buscando completar la continuidad original del borde y del perfil urbano. Con el muro perimetral se devuelve la imagen de unicidad a la manzana y se define de una vez la oquedad donde sucederá la implantación de los volúmenes. La disposición de estos responde a una retícula que busca reforzar direcciones y producir espacios de distintas jerarquías. De esta manera se establece un conjunto de volúmenes claramente definidos, relacionados por un espacio de lectura única pero variable, que media la relación interior-exterior. El recorrido por este espacio es guiado por un sistema de vacíos y halos de luz que rematan las perspectivas o indican un cambio de dirección. La luz y la apertura hacia el cielo refuerzan, a su vez, las relaciones verticales entre los niveles de la casa-posada.

Dentro de este espacio único se pueden reconocer áreas cuya forma y límites definen un recorrido claro y direccionado y otras áreas, que al contrario, desdibujan sus límites y expanden la percepción del espacio para producir situaciones de deambular o permanecer. Por esa condición, estos últimos se entienden como los espacios de mayor jerarquía.

El tratamiento del vacío hace referencia a los espacios intermedios característicos de la arquitectura tradicional. Aun con otro lenguaje, se distinguen las nociones de zaguán, corredores, balcones, veranda, espacios cubiertos, etc. Sin embargo, la continuidad espacial hace de este conjunto de situaciones un espacio único y fluido cuya percepción varía en función de la luz, el recorrido y la manera de habitarlo.

La fragmentación en volúmenes independientes (pero interdependientes a la vez) y dispersos permite separar los usos y ordenarlos de acuerdo con las relaciones propias de cada actividad. Los espacios de servicio y taller están en contacto directo con la calle, mientras que los espacios íntimos y sociales se separan de esta y se abren hacia el bosque para más privacidad y silencio. La casa se ubica estratégicamente, asilada en un volumen central, junto con la recepción, y se conecta con el taller en el nivel inferior. La posada, la casa y el taller establecen un sistema de relaciones espaciales y funcionales, en vertical y horizontal, que se logra gracias al tratamiento del vacío.

Con respecto al muro preexistente resulta ventajoso simbólica y utilitariamente otorgarle función de entrada. La operación formal que lo involucra consiste en liberarlo a modo de pantalla, de tal manera que define un umbral al que le sucede un patio, cuya superficie de piso está a un nivel por debajo. Por tanto, el paso por este patio ocurre mediante un puente que lo atraviesa y se prolonga hacia uno de los volúmenes dirigiendo la circulación directamente hasta la recepción.

La posición que asume la implantación frente al lugar es la de adecuación, en el sentido de ajuste, acomodo. No sólo con la morfología del contexto sino también con aspectos identitarios de la tradición arquitectónica y con las condiciones ambientales propias del lugar.

Con la fragmentación en volúmenes separados se consigue el paso libre de aire entre ellos, facilitando la ventilación natural. El piso de las áreas abiertas es de arena que al estar bajo sombra mantiene una temperatura fresca, mientras que el techo que lo cubre es también visitable y su superficie es de grama, con lo cual se garantiza una barrera térmica. Ambas texturas de piso responden también a la idea de otorgar al recorrido una experiencia sensorial en contacto directo con elementos en estado natural. Con los techos a dos aguas se busca recrear la imagen estereotípica de “casa” con intenciones provocadoras y con marcada influencia plástica de arquitectos contemporáneos (Aires Mateus, por mencionar algunos), pero principalmente responde a la intención de aumentar la altura de los espacios interiores y aumentar la superficie asoleada, consiguiendo con ello espacios más frescos de manera natural. Por una decisión formal, con el criterio de reforzar el carácter simbólico de los volúmenes, se prescinde de techos con aleros, pero no sin pensar en cómo compensar esas carencias. Con la protección solar colaboran unas palmas que al conseguir una altura suficiente cumplen con la labor de filtrar los rayos solares pero dejando pasar el aire.

La respuesta al casco consiste en completar la compacidad de la morfología urbana. Si bien hacia afuera la adecuación es más evidente, hacia el interior sigue habiendo referencia con la identidad pero interpretada desde un lenguaje formal contemporáneo.


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